jueves, 28 de febrero de 2008

Juan Gelman y el lenguaje



Por Sebastián Goiburo (de la comisión de Mariana) -te debo el mp3 que enviaste con este texto-


En el marco de estudio de la comunicación, y como un relax en mi tarde de estudio pre-universitario, me gustaría compartir esta inquietud constante- e insaciable- por el lenguaje de la poesía gelmaniana.


El autor, recientemente reconocido con el prestigioso Premio Cervantes, ha sido reconocido por el ámbito literario por conjugar con habilidad a nativitate su lucha política cotidiana con versos que indagan en el lenguaje a través de la ternura y la crudeza. Los medios de comunicación lo han captado a menudo, ya que son años muchos los que lleva pidiendo a la justicia el castigo que merecen quienes desaparecieron y asesinaron, durante el periodo sombrío, a Marcelo Ariel y su joven esposa embarazada; Nora Eva, su hija, corrió suerte símil pero con mejor desenlace, y su nieta, nacida en cautiverio, fue recuperada por la familia Gelman en marzo de 2000.


Cargado de padecer sanguíneo no pierde belleza ni ternura, es un creador incansable de sensaciones placenteras que lleva a lo más hondo y utópico de lo cotidiano. Sin embargo para Gelman la utopía no es aquel proyecto irrealizable sino un plan optimista y movilizador: “El día que el corazón aprenda a leer y a escribir/ se verán cosas grandes:/ a Dios barriendo la vereda,/ lágrimas arrojadas al espacio/ que nunca volverán,/ los que sufren pasarán sonriendo […]/ Será un gran día, encontrarán/ la palabra que se perdió/ hace millones de dolores.”


Afín a sus poemas, cargando la tensión de mi próximo examen sobre mis espaldas, me relajo esta tarde, y comparto con ustedes una obra muy especial del responsable de Incompletamente, la cual no consigo saber a qué libro corresponde pero que ha corroído mis oídos (tema preferido en mi reproductor mp3) con la persistencia de la gota sobre la roca.


Razones. Gastado el discurso de Umberto Eco cuando dice que - no cito textual- el texto es una maquinaria lenta y pesada, este poema titulado Lluvia, fue moviéndome a través del sentido y la sensación hasta los más insólitos recovecos del lenguaje y los referentes más profundos del sentimiento; “Palabras que no saben que hay sol porque nace y mueren/ la misma noche en que amó/ y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá”. Pone de manifiesto ese límite que hay entre el querer-decir y poder-comprender que el humano carga en su soledad y agudiza ese dolor de no poder ser por completo frente al otro simplemente porque: ¡no nos da el lenguaje!; “Porque al amor es una cosa/ y la palabra amor es otra cosa/ y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran/[…] Pero el alma qué puede explicar”. Juega con las etiquetas que llamamos palabras y pone de manifiesto la arbitrariedad del vocabulario, asociando al amor con diferentes nombres posibles sin que esto varíe en lo más mínimo lo que un hombre siente al ver a su esposa en la lluvia; “es decir/ a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así”. Recrea el mundo como todos los poetas, pero a costa de un lenguaje coloquial y diario que nos obliga a nuevas formas de abstracción; “Por eso mi vecino tiene tormentas en la boca”. Y finalmente, y como si fuera poco, nos depara en cada uno de sus versos sensaciones variadas que nos renuevan la visión del mundo; “como el silencio que hay entre dos rosas”.


Dejo el poema para que lo disfruten, y la recitación, por su voz propia, para que padezcan la belleza de un hombre sin palabras frente a la lluvia y su alma. Una poesía.


Lluvia

(No esta citado según métrica original porque no he logrado ubicarlo dentro de alguna de sus obras, si alguien lo conoce agradecería que respondiera)


Hoy llueve mucho. Mucho.

Y pareciera que están lavando el mundo.

Mi vecino de al lado mira la lluvia,

Y piensa escribir una carta de amor

Una carta a la mujer que vive con él

Y le cocina y le lava la ropa

y hace el amor con él y se parece a su sombra.

Mi vecino nunca le dice palabras de amor a su mujer,

Entra a la casa por la ventana y no por la puerta,

Por una puerta se entra a muchos sitios,

Al trabajo, al cuartel, a la cárcel,

a todos los edificios del mundo

pero no a una mujer ni al alma, es decir

a ese cajón o nave o lluvia que llamamos así.

Como hoy que llueve mucho

Y me cuesta escribir la palabra amor,

Porque al amor es una cosa

Y la palabra amor es otra cosa

Y sólo el alma sabe dónde las dos se encuentran

Y cuando

y cómo.

Pero el alma qué puede explicar.

Por eso mi vecino tiene tormentas en la boca

Palabras que naufragan

Palabras que no saben que hay sol porque nace y mueren

la misma noche en que amó

y dejan cartas en el pensamiento que él nunca escribirá,

como el silencio que hay entre dos rosas

o como yo

que escribo palabras para volver

a mi vecino que mira la lluvia

a la lluvia

a mi corazón

desterrado.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encantó la poesía... y me gustó mucho saber que ya podemos encontrarnos en este espacio.
Hoy leía a Héctor Schmucler, que, en mis palabras, propone volver a las palabras, porque las hemos olvidado, las hemos cambiado por las máquinas...
¡Volvamos a las palabras!

clau

Anónimo dijo...

Aguante Gelman!!! Realmente, una gran escritor -no sólo de poesía- Por cierto Clau, lo que decis es paradójico porque, aunque coincido en que las palabras aún 'tienen cosas que decir', leo y escribo estas palabras a partir de una máquina...

Dejo una poesía de Baudelaire (otro poeta maldito)

Himno a la belleza

¿Qué abismos te condenan, qué cielo te redimen,
Belleza? – Tu mirar infernal y divino
derrama confundidos la caridad y el crimen:
- yo, que lo vi de cerca, lo he comparado al vino.

Un resplandor de aurora tus dos pupilas toca,
te envuelven los perfumes del poniente brumoso,
tus besos son un filtro y una ánfora tu boca
que hacen cobarde al héroe y al niño valeroso.

¿Asciendes del abismo o bajas de los astros?
El Demonio te sigue rendido a tu mirada;
Sangre o risa, al azar, vas dejando tus rastros
y lo gobiernas todo, sin responder de nada.

Pisoteas los muertos que te han sido sujetos;
el Horror es la más triunfante de tus joyas,
y el Crimen, por la larga cadena de amuletos
cuelga de tu cintura y en tu vientre lo apoyas.

Lo efímero, pasmado en tu luz ardorosa,
crepita, estalla y dice : ¡bendigamos su llama!
el amante, rendido a los pies de su dama,
parece un moribundo que acaricie su fosa.

Que tus gracias el cielo o los infiernos labren,
¿qué me importa, Belleza, monstruo ingenuo y maldito,
si tus ojos, tus pies y tu sonrisa me abren
las deseadas puertas del ignoto Infinito?

¡Satánica o divina, ven! Ángel o Sirena
¿qué me importa, si me haces –hada de ojos cambiantes,
ritmo, perfume, luz, diosa mía serena-,
más tolerable el mundo, más cortos los instantes?

(uffff, qué peligroso este poeta)